Ella leyó algo que yo escribí en una servilleta (Tal vez no comprendas nunca, de un sueño lejano y bello soy peregrino)

Autor: Ricardo Garavito DNI 23.968798

Luego me preguntó: ¿A qué te dedicas?

En mi tiempo libre a humedecer vaginas, pero solamente sucede con las que mucho más arriba de la cintura portan y usan un cerebro instruido.

¿Es una forma de alejarme de vos tu respuesta? Replicó ella.

No, en absoluto, es un modo de ayudarte a distinguir entre idiotas, payasos y yo. Eso le respondí yo dado el contexto en el cual ella preguntó por lo que hago.

-¿Querés una respuesta más respetuosa?

Entre todos los modos posibles de conseguir libros, el más glorioso es el de escribirlos uno mismo. Fue con esta categórica frase con la cual redefinió Walter Benjamín (1892-1940) su vocación intelectual. Y escribir es entonces pensar con los poros, al menos para mí que entre muchas cosas que soy también soy dibujante. Se encuentran muchas veces bocetos a los que les asigno frases y viceversa en mis apuntes, en mis ensayos, en mis divagaciones organizadas, en mis lamentos desorganizados al ritmo del pulso de mi filosofía de vida. El existencialismo, el surrealismo, la generación Beat, la generación X, la política y la prensa militante han hecho de mi esta piedra filosofal realizada de agua de lluvia y viento desértico de ciudad nocturna, de mirada de madrugada en celo, de pasaje y de esquina maleva, y de alcoholizada memoria melancólica que vagabundea por viejas tabernas a la hora de las hadas y de los dragones, con todo el rejunte de calabozos y espadas que heredamos de cada violencia enfrentando cada represión. No hay aquí espacio para la grotesca cobardía intelectual de moderar audacias en especulaciones comerciales que consagren al espectro constante de los tópicos vulgares de conspicuos y mercenarios culturales que han hecho del congreso universal de las mercancías un mercado de almas humanas deshumanizadas por la voraz esclavitud de aparentar consensos espurios. Es que eso de sonar políticamente correcto es lo menos revolucionario que puede hacer un pensador.

La madrugada me envolvió en mi partida, y me marché fumando un tabaco armado, con mi mochila y mis pensamientos sintiendo la mirada de ella en mi espalda. Su mirada me gritaba que la lleve conmigo. ¿A donde la llevaría conmigo, a cual de mis muchas guerras contra cual de las muchas mafias que enfrento? No, no la llevé conmigo. Me fui solo, así es como yo camino.

Deambulo algunas ideas a cada paso, y a cada paso me alejo no solamente de ella sino de toda clase de gente que no entiende nada y que aparenta vivir y aparenta saber de todo todo, no saben nada o a lo sumo, lo que saben es siempre tan poco que siempre es sólo una parte, y esa parte es demasiado insuficiente como para empezar a debatir.

Toda esa gente que la rodea es avivada pero jamás despertó, sin embargo ella es la bella durmiente porque ni siquiera puede abrir los ojos y ver quienes la rodean, pero muy en el fondo ese mundo falso es más cómodo que alguien que vive las realidades que vivo yo.
Eso también es amor, pero he amado a tantas mujeres alejándome de ellas que ningún sentido tiene explicarles que se rodean de gentes incapaces de amar. Y estos pensamientos me abundan cada vez que me separo de cualquier mujer. Es inevitable.

Luego nos volvimos a ver. Pero a la vela puerca le molesta porque esa es otra historia. Ella siempre me busca, y cada mujer que sabe me busca de un modo u otro, y siempre comienza una nueva historia que terminará inconclusa. Y es que a veces soy como el río, llego cantando, pero siempre inevitablemente...son miles de historias así donde cientos de personas simulan y duplican ser protagonistas y el único que sabe la verdad de quien es quien soy yo, y el único tergiversado y censurado soy yo.